Abuela, ¿por qué?
Todos los domingos íbamos a comer. A lo de mis abuelos. Los padres de mi madre. Tito y Coca. Coca y Tito. Comíamos en la antecocina. El living comedor no se abría nunca, salvo para la limpieza y las visitas. Nos sentábamos siempre igual. En las cabeceras, Coca y mamá. Mi padre y Tito de un lado. Mi hermano y yo del otro. La coca de 1 litro, deliciosa. Alcanzaba para todos. Mi abuela cocinaba, el resto comíamos y escuchábamos mientras Tito y mamá hablaban. De una mutualista dónde ambos trabajaban. Supongo que mi abuela también escuchaba. A mi abuelo le debían sueldos que nunca le pagaron. Al final, la mutualista cerró. Había un jefe odioso. Siempre hay jefes odiosos.
Las milanesas con puré. Esa era mi comida favorita. Pero en general había pasta. Si venía con estofado me gustaba más. Vino nunca había en la mesa. A mi madre le daba asco. No solo el vino sino también la botella y el corcho.
No recuerdo si alabábamos la comida.
Luego nos levantábamos de la mesa. Mi abuela quedaba lavando los platos. Mis padres y mi abuelo iban a una sala a charlar. La que llamábamos "el consultorio". Tenía una camilla y los muebles eran de un metal azulado. Frío.
¿Mi hermano quedaría jugando?
Yo iba con mi abuela. Y secaba los platos.
Abuela, ¿por qué no ibas al escritorio a charlar?
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