Antes de la madrugada
2023-06-20
Sentirse parte
Antes del golpe de Estado, mientras cursaba tercero de liceo, formaba parte de una organización de izquierda del Liceo Francés. ALFA. Alumnos Liceo Francés Asociados. Éramos de distintas edades y queríamos un mundo más justo. En realidad, justo, a secas.
Nos organizábamos para hacer y distribuir volantes en el Liceo, sin que nadie nos viera. Los dejábamos en los baños, los tirábamos por las ventanas, lo pasábamos por debajo de las puertas de los salones de clase cerrados, mientras estaban los profesores y los alumnos. Recuerdo uno que decía que todos tenían derecho a un plato de comida caliente.
Fue una época llena de ilusiones, de esperanza. Creíamos que se podía cambiar la sociedad.
Luego me integré a un grupo que tenía jóvenes de otros liceos y de la universidad. Se llamaba FER 68. Federación de Estudiantes Revolucionarios. El 68 venía por los muchos movimientos sociales de ese año en todo el mundo, movimientos de protesta.
Yo era demasiado joven. Iba con compañeros de más edad del Liceo Francés. Nos reuníamos en las facultades. Y cuando acordábamos una reunión y nos llamábamos por teléfono para coordinar, nunca decíamos el nombre de la Facultad, sino el nombre de alguien cuya primera letra coincidiera con la primera letra de la Facultad correspondiente. Nos vemos en lo de Arturo quería decir encontrarnos en la Facu de Arquitectura, Ir a lo de Irene era reunirnos en Ingeniería, por ejemplo. Temíamos que los teléfonos estuvieran intervenidos. En las reuniones se hablaba de hacer volantes o participar en alguna medida. Una medida era encontrarnos en un lugar, parar a los ómnibus y autos, y entregar volantes. Pero no solo eso. También quemar gomas de auto o tirar cocktails molotov.
Yo acompañaba. Nunca quemé una goma ni tiré un cocktail. Pero me sentía importante, entusiasmada, formando parte de algo que era bueno porque queríamos una sociedad mejor.
Fui muy feliz. Mis padres, siempre tan cuidas, me dejaban participar. Qué locura. La revolución por un mundo mejor.
Tenía permiso para ir a las reuniones en las Facus y llegar a las 9 de la noche a casa. Me gustaba mucho. Había un sentido, una convicción.
Muchas veces iba a las reuniones con un compañero mayor que yo, dos años mayor. Nos hicimos amigos. También iba al Liceo Francés. Recontra lindo. Recuerdo que, muchas veces, luego de las clases, lo iba a visitar a la casa que era por 18 de julio, cerca del liceo francés. Mis padres no sabían bien a qué hora terminaba mi jornada liceal, porque dependía del día. Así que lo visitaba y nos quedábamos charlando en su cuarto. La madre me apreciaba y también conversaba con ella. Me había convertido en una visita habitual.
Una noche, saliendo de una reunión en la Facu de Derecho, me abrazó mientras caminábamos. Yo también lo abracé, como si nada. Me acompañó hasta la parada. A los pocos días hubo una manifestación y yo fui con mi madre. No fui hasta dónde podía estar mi amigo. Luego me enteré que había ido pero se fue antes porque se sentía mal. Hoy pienso que, capaz, le había afectado que no lo buscara ni le diera bola. Fui una tonta. Pegada a mi madre y pensando que el abrazo había sido algo del momento. Además, ni teléfono, ni correo electrónico ni whatsap.
Fue una época gloriosa, entusiasmada.
Después del golpe de estado todo se silenció. No más reuniones, no más volantes, miedo. Hasta que te acostumbrás a vivir una media vida.
No fui a visitar más a mi amigo. No sé bien la razón. Y al año siguiente, dejamos de darnos bola. Ahora vive en Francia.
Tenía otro amigo, también del Liceo Francés. A veces me visitaba en mi casa. Luego se ennovió con una amiga mía. Me gustaba un poco pero me la banqué. Y la gocé cuando él dejó de darle bola. Creo que está desaparecido.
Me dediqué a estudiar y a disfrutar de mi amiga Doris. Y a no hablar de mis ideas de izquierda.
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