Mi padre
A veces es mi padre y otras es papá. Según el afecto del momento. También para no repetir tantas veces la misma palabra. Y alguna vez será Hugo.
Papá nació en el departamento de Colonia, creo que en la capital, Colonia del Sacramento. Toda su familia de origen era de ese departamento.
Mi padre era el único hijo del segundo matrimonio de mi abuelo Vito. Creo que se llamaba Vito, el segundo nombre de papá, pero no estoy segura. Del primer matrimonio, mi abuelo paterno había tenido cinco o más hijos, de los cuales conocí a dos: Virgilio y Pedro.
La mamá de papá se llamaba Ema.
Mi padre no hablaba de sus padres. Yo vi a Vito una sola vez y a Ema dos o tres. Además, papá luego se fue a vivir a Montevideo, por lo cual no se hacía fácil ver a su familia. Ahora que estoy escribiendo, me doy cuenta de que no sé dónde vivía en Montevideo. Capaz que con su hermano Virgilio, el tío que tengo más presente. Pero tampoco sé bien en qué ciudad vivía Virgilio.
Alguien me contó, mi madre supongo, que Vito le pegaba a papá. Y que Ema no lo defendía. Y que Virgilio lo protegía.
Mis padres se ennoviaron y casaron jóvenes. Mi padre estudió astronomía para presentarse a un concurso de profesor y le fue bien. Se dedicó, entonces, a trabajar de eso: profesor de cosmografía (antes se llamaba así) y, más adelante, entró al Planetario Municipal de Montevideo. Llegó a ser subdirector y director de allí.
Papá tenía varias caras. En casa hablaba poco y estaba de mal humor. A veces era violento. Por ejemplo, golpeaba una puerta o pegaba. Pero, afuera de casa era muy simpático y seductor. Y muy buen profesor. Al revés de mamá que era demasiado extrovertida y dominante, papá era demasiado introvertido y acataba a mamá.
Mis recuerdos me dicen que era él quien se ocupaba más de lo cotidiano. Me llevaba el café con leche a la cama para que yo me levantara y fuera a la escuela o liceo.
Un día me pegó con una cuerda de saltar. Marcelo y yo estábamos jugando. Marcelo se tropezó y mi padre agarró la cuerda y me pegó. Me dejó una marca en el muslo. Otra vez tiró un cuaderno mío que terminó atravesando una mampara de vidrio. Papá se enojó porque decía que yo no entendía no sé bien qué cosa. Era un ejercicio, capaz que de matemática. Tenía el enojo escondido pero a flor de piel. A mi hermana también le pegó, muchos años después.
sin embargo, cuando me preparó para el examen de cosmografía que tuve que dar en cuarto de liceo porque mi profesor era él, me trató bien.
Cuando yo tenía 5 años, mi padre obtuvo una beca en Buenos Aires. Supongo que para estudiar astronomía. Nos quedamos un año. Vivimos en la casa de una prima hermana de mamá, Elsa, casada con Abelardo. Tenían una hija unos años mayor que yo: Estelita. Mi madre se embarazó de Marcelo que nació en Buenos Aires. Fui muy feliz en Baires, pero lo contaré en otra historia. Por haber nacido en Argentina, Marcelo no pudo entrar a ese país por un tiempo luego de cumplir los 18 años, porque lo hubieran obligado a hacer el servicio militar. Más adelante hubo como una amnistía,
Al regresar a Montevideo, papá siguió trabajando como profesor y entró al Planetario. Trabajaba mucho. Y era muy estudioso. Estudiaba literatura, tomaba apuntes bien prolijos. Cortázar, Onetti, Vargas Llosa. También estudiaba marxismo.
Se me mezclan los tiempos. Pero no voy a detenerme por eso.
Sería por 1972. Un Daniel Guinovart salió en la prensa. Era tupamaro y había participado en acciones tupamaras. Lo buscaban y lo encontraron. Lo hirieron a él y a un compañero. Pero Daniel vivió, a diferencia de su amigo. Creo que estuvo un tiempo desaparecido y luego fue preso. Daniel era sobrino de mi padre, hijo de Pedro Guinovart. No sé si Daniel vive o no. Pedro tenía otro hijo: Washington Guinovart. También era tupamaro, también fue preso. Luego salió. No supe más de él.
Lo que recuerdo es que fuimos con papá a visitar a Pedro. Daniel estaba preso pero Washington aún no. Así que lo conocí. A Washington y a su novia. Luego se llevaron a Washington. Su novia estaba embarazada y tuvo una niña. Un día la fui a visitar a ella. Yo tendría 15 años. Mamá estaba presa y no quiso que fuera más porque tenía miedo que la asociaran con Daniel o Washington si se enteraban que yo iba de visita. Papá era más permisivo. Me acompañó a tomar el bus a Colonia y me esperó al regreso. Y mientras mamá estuvo presa, me dejaba ir todas las veces que quisiera a lo de Doris. A veces llevaba a Marcelo. Doris y su familia me protegieron, si bien no eran de izquierda. Hasta me dejaban participar de sus fiestas judías.
Cuando yo tenía 16 o 17, papá buscó trabajo en Buenos Aires. Consiguió y se fue. Se suponía que luego nos íbamos a ir nosotros. Pero nunca nos fuimos. Mis padres se divorciaron. Nosotros seguimos viviendo en Montevideo y mi padre en Buenos Aires. Nunca me quedó claro si se fue a Buenos Aires por miedo a que lo llevaran preso a él, o porque quería tener otro trabajo o porque mi madre le dio mucha manija para que se fuera.
En Baires, papá conoció a Patricia y se fueron a vivir juntos al apartamento de ella. En ese entonces, Patricia tenía 25 años. Tuvieron dos hijos: Bruno e Irina. A veces nos venían a visitar y nos invitaban a comer a un restaurant que ya no existe: La Vascongada. Otras veces íbamos nosotros a visitarlo. Una vez sola, otra vez con el padre de mis hijos y Marcelo y otra vez con el padre de mis hijos y Federico. Ceci y Merce no habían nacido.
Más allá de las visitas, los contactos con papá eran puntuales. Ya no ejercía de padre nuestro. No lo digo como reproche. Bueno, no sé, capaz que sí. Ahora no importa.
Luego de unos cuantos años, Patricia y papá se separaron. Papá se fue a vivir al consultorio de Patricia. Luego me enteré por Patricia que uno de los motivos de la separación fue el alcoholismo de papá.
Mi padre trabajaba en el Planetario de Baires y en un instituto de promoción de la ciencia y la tecnología (CONICET), dos trabajos públicos. Del Planetario se hizo echar, porque se burló de la señora del director del Planetario, delante del director del Planetario. Él mismo me lo contó. En el Planetario, la señora del director y papá daban conferencias de astronomía. Y mi padre dijo, con ironía, que la señora había cometido errores conceptuales en su charla. Delante del director. Obvio, para que lo escuchase. Quería que lo escuchara. Papá había iniciado el proceso de autodestrucción. Lo echaron.
Del CONICET se fue con un incentivo económico que daban a personas que renunciaran. Se gastó todo. Compró una moto que la puso a nombre de un señor que veía en el bar que frecuentaba, prestó plata a los vecinos, plata que nunca le devolvieron.
El alcoholismo se agudizó. Nunca hizo los trámites para tener una jubilación. No se vinculaba con sus hijos argentinos. Mi hermana intentó ayudarlo pero él se ponía violento. Supongo que mi hermano también intentó acercarse.
Tanto mi papá como mi tío Virgilio se fueron marginando, descuidando. A los dos les pasó lo mismo. Virgilio fue una vez a visitarme al Banco Central. Estaba desarreglado, muy desarreglado.
Papá dejó de vincularse con su familia. Su entorno eran los amigos del bar. Y pasó de ser un hombre elegante y cuidado, a convertirse en un marginal. Me da pena y bronca. La depresión y el alcohol.
Hay algo que no conté. Antes de emparejarse con Patricia, papá tenía en su billetera y creo que en una mesa de luz, la foto de una ex alumna de él, mayor que yo. Nunca entendí la razón. Él se hacía amigo de sus alumnos, pero las que alguna vez lo visitaron en casa mientras mamá estaba presa eran alumnas. No sé si alguna vez le llamaron la atención en algunos de los liceos que trabajaba por ese motivo. Como dije antes, papá tenía varias caras.
Virgilio murió antes que papá. Fui a su velatorio. Alguien me avisó, no recuerdo quién. Yo no conocía a mis primos. Ahí conocí a mi prima Raquel Guinovart, profesora de filosofía. Había algo extraño en ese velatorio. Mi prima se abrazaba de una amiga, eran abrazos efusivos. Mi recuerdo es que me parecía gente rara. Hoy digo que era gente distinta a mí. Estaba Darnauchans. Justo él. Con esa voz prodigiosa y esas hermosas letras que gotean tragedia y melancolía. Contribuía a la atmósfera extraña del velorio. Cuando me iba, me preguntó si lo podía alcanzar a Tres Cruces. Así que me fui con él, con ese gran artista, depresivo y sombrío, como mi padre y mi tío.
Mi padre murió a los 70 años de cirrosis alcohólica. Me avisó Bruno. Fuimos al velorio y entierro con Federico. Marcelo no quiso ir.
La noticia era previsible. Y, si bien la situación era muy triste, por una dádiva del destino, allá en Buenos Aires, no pasamos mal. Pero esa es otra historia.